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miércoles, 25 de noviembre de 2009

Una muerte inesperada

Alguna vez, en la familia de Olga ya había ocurrido que a
sus hermanas les habían acariciado el pelo, la espalda o
incluso empujado... La noche en que le ocurrió a Olga este
breve episodio dormía sola. Compartía habitación con su
hermana pequeña, pero ella no estaba.
Se abrazó a la almohada, dejándose llevar por el sueño
estirada y con el rostro hacia el techo. La almohada estaba
agarrada por su brazo izquierdo, y allí permaneció todo el
tiempo.
Cuando ya estaba empezando a dormirse ocurrió:
Un golpe seco debajo de su ombligo y encima de su pubis
la despertó de golpe. Casi se levantó pero no lo hizo, tan
solo permaneció quieta mirando a su alrededor y
analizándolo todo: la almohada no había sido, seguía
abrazada a su izquierda... estaba sola, nadie había tenido
tiempo de entrar, pegarle y luego salir...
Pensó y recordó otro episodio, cuando un fin de semana se
había marchado con unos amigos a celebrar una fiesta en
una casa de una amiga en mitad de una montaña del lugar.
La casa tenía apenas dos habitaciones: donde se dormía-
un amplio cuarto donde había tirado en el suelo un colchón
de matrimonio y una litera de madera-, y el salón, donde
pensaban estar de juerga.
Menos una pareja que se marchó a la habitación, el resto
permaneció en el salón fumando porros y bebiendo alcohol.
La fiesta no acabaría hasta el día siguiente. Olga , por
algún extraño motivo, no hizo nada de eso, y decidió irse a
dormir.
No era cómodo tumbarse allí con aquella pareja que -si
bien no estaban haciendo nada- sí buscarían algo de
intimidad, pero por algún motivo que ni ella sabía, Olga
decidió tumbarse en una esquina de la litera, con el cuerpo
pegado a la madera, los brazos flexionados en dirección
hacia su cabeza, sin apenas un sólo hueco por el que
alguien pudiera hacer lo que hizo: tocarle el pecho.




No recordaba si era el izquierdo o el derecho cuando me lo contó, pero sí recordaba la sensación de pánico que sintió. Algo había tocado su pecho como si lo amasara, y no había espacio entre sus brazos para conseguir tal hazaña. También en aquella ocasión, tras sentir un escalofrío en la espalda y notar cómo abría desmesuradamente los ojos por el miedo, analizó la situación. La pareja seguía tumbada en su rincón, y no había nadie más. Su determinación fue más que sorprendente. Se dijo: si tengo que sufrir alucinaciones, al menos que sea con alcohol en el cuerpo. Curiosamente, el resto de la noche no le ocurrió nada más. Bebió alcohol y se rió con el resto de su grupo. Pero cuando terminó la fiesta, Olga no sabía lo que hacía, todo por culpa del alcohol que acababa de ingerir, y entonces apareció el espíritu de un hombre que elle creía ser su amigo Javier, que en realidad no era él, sino un espíritu maligno que aparecía cada uno de noviembre, delante de algún joven y le mataba cruelmente. A ella le tocó el mismo destino, morir con la cabeza cortada, pero no debió sufrir mucho porque estaba borracha y fumada. Ahora mismo, cada uno de noviembre muere una persona de esta manera, porque el espíritu maligno acecha en la vida de todo el mundo, y cuando menos lo esperes, te puede ocurrir a ti mismo como le ocurrió a Olga.

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